Hoy ha sido un día mas que atípico. Teníamos una actividad preparada por la universidad, y menos mal que empezaba a las dos de la tarde, porque la noche anterior tuvimos fiesta (como no). Pero bueno, a lo que iba.
Hoy hemos vivido una experiencia que tardaremos en olvidar. Primero hemos ido a visitar el museo de la KGB, que la verdad, impresiona bastante, ver donde metían a la gente y como les interrogaban. Y cuando ya salimos de allí pensando "que malos eran los rusos estos, estar allí metido tenia que ser lo peor" nos metemos en el autobús que nos llevará a la segunda parte de la visita. Carreteras llenas de nieve, salimos de Vilnius, y a unos 50km de la ciudad, se detiene el autobús, abren las puertas, y un oficial de la KGB nos empieza a gritar, y a hacernos gestos para que bajemos del autobús. Al bajar, mas gritos, un largo camino cubierto de nieve, y al final de el, otro oficial, cubierto con un abrigo color beige, sujetando a un perro, que no para de ladrar, y que, si no fuera porque lo sujetan fuertemente, ya se habría lanzado sobre alguno de nosotros.
Al llegar al final del camino, hay una gran valla metálica, con alambre de espino en la parte mas alta. Nos hacen arrodillarnos en la nieve a uno de los lados del camino, con las manos en la cabeza. Mas gritos en ruso, apenas alguno de los prisioneros entiende el idioma. Y nos dividen en dos grupos.
Se acerca un camión militar, abren las puertas, y hacen gestos para entrar en el al segundo grupo. Luego nos hacen entrar al primer grupo, apenas hay sitio en el camión, unas 20 personas sentadas, el resto tenemos que ir de pie, y muchos no cabemos de alto. Sube el oficial al camión, y nos empuja hacia el fondo, donde no cabe un alma, para que terminen de entrar todos los prisioneros. Vamos hacinados. Noto como estoy chafando las piernas de la persona que tengo detrás, pero no puedo girarme, ni tan siquiera ver los rostros de la gente que tengo pegados a mi, la oscuridad es total, y cuando el camión arranca, empezamos a dar sacudidas en su interior, los brazos apenas pueden soportar los envites y el vaivén de la gente, no queda espacio libre para que nadie caiga, pero notas como te aplastan por todos los lados. Por fin el camión se detiene. Otra vez más gritos, nos colocan de nuevo en la nieve de rodillas y con las manos en la cabeza. Y nos imponen sus reglas. No podemos hablar en nuestra lengua materna, solo ruso. Solo podemos contestar afirmativo o negativo, y solo en ruso. Nos enseñan cuatro ordenes básicas, que sin conocer en idioma, con el oficial gritando y el perro ladrando, es imposible retener las ordenes.
Hacen avanzar a uno de los grupos por un estrecho camino cubierto de nieve. Tenemos que mantener una distancia de medio metro con el de delante. Cualquier paso lateral se considerará intento de fuga, y se abrirá fuego. Llegamos a la puerta de un bunker. Y tras abrir una pesada puerta de hierro, nos llevan corriendo por sus pasillos, cada grupo hacia un lado. No se cuando volveremos a verles. Cientos de puertas con nombres en ruso, y decenas de cruces de pasillos. A esta velocidad aquí abajo es muy difícil orientarse. Quizá es lo que quieren.
Nos meten en una pequeña habitación, y nos hacen marchar en circulo. Cuando cierran la puerta, no se ve absolutamente nada, tenemos que ir con el brazo estirado para poder seguir al de delante. Es muy difícil saber el tiempo que estas encerrado.
Al rato nos sacan de esa habitación, y otra vez corriendo nos llevan a un despacho. Otro oficial, mas calmado, nos pone en circulo, y nos empieza a hablar en ruso, parece propaganda política. Escoge a uno de los presos, y le hace sentarse en una silla y poner su nombre, apellido y firma al pie de una hoja en blanco. Sin él saberlo acaban de convertirlo es espía para la KGB. Hacen vaciarse los bolsillos a otros dos. Y a un tercero se lo han llevado a otra habitación, aunque no he entendido porque. El oficial se me queda mirando, y me dice algo. Luego me hace un gesto para que me ponga junto a su mesa, llena un vaso de vodka y me lo ofrece. Me indica que tengo que brindar y beber. Cuando dejo el vaso en la mesa y vuelvo a mi sitio en la fila, el oficial, saca una brocha y una cajita, toma mis huellas del vaso, y hace saber, que también me tienen pillado. Pueden hacer que mis huellas estén en la escena de un crimen la semana próxima. Después de una larga charla, nos llevan a una estancia grande, donde nos encontramos con el otro grupo. Nos dan un gorro, unos guantes de trapo, y una chaqueta húmeda y pesada, con un numero a la espalda, que a partir de ahora reemplazará a nuestro nombre.
Nos llevan a una sala pintada completamente de rojo, con insignias militares, cuadros y bustos de Stalin. Otra vez parece propaganda política.
Solo hay una forma de sobrevivir aquí, trabajando. Si cumplimos nuestra tarea, nos darán sopa y un trozo de pan, si no trabajamos nos quedaremos sin comer, en el mejor de los casos.
De vuelta en el exterior, nos ponen en dos filas, eligen a cinco hombres de cada grupo, y nos llevan fuera de la alambrada dirigidos por un oficial con un perro. De nuevo un camino cubierto de nieve, nos desviamos por un sendero, adentrándonos en el bosque, nadie sabe donde nos llevan. El oficial ruso, nos hace detenernos. Tenemos que coger unos troncos para llevarlos junto al bunker.
Cuando estamos llegando, de vuelta con los troncos, vemos que al resto de los prisioneros les han puesto a quitar nieve de la entrada al recinto vallado mientras ponen música rusa por la megafonía.
Tras cargar con los troncos, y de vuelta tras las alambradas, nos dan una pala, y nos obligan a quitar nieve, junto al resto de prisioneros.
Fin del trabajo, todos en fila, a dejar las palas, y al interior del bunker. siempre en dos filas, y en uno de los pasillos del bunker, todos cara a la pared. Dicen que no todos nos hemos ganado la comida. Empiezan a seleccionar a algunos presos por no haber trabajado bastante, eligen a cuatro chicas, y el oficial se detiene detrás mío, escoge al prisionero que está a mi derecha. Nos hacen darnos la vuelta, y de rodillas de nuevo y con las manos e la cabeza, nos dicen que miremos al prisionero, que será la ultima vez que le veamos. Se lo llevan del corredor, y al rato se escuchan dos disparos.
Parece que ahora nos llevan al comedor, sale un hedor insoportable. Al entrar, cogemos un cuenco de sopa, y nos dan un trozo de pan de centeno. La sopa parece un agua de cebolla y col, (con trozos de estos) y es incomible. El pan, sin estar bueno, es la única fuente de energía que tenemos.
Cuando estamos terminando el tiempo que nos dan para la comida, ponen de nuevo música, pero esta vez es diferente. Anuncian algo en ruso... Parece que Stalin ha muerto!! Somos libres y podemos irnos!!
Hace 14 años